Oclusión venosa retiniana (OVR)

¿Qué es la oclusión venosa retiniana (OVR)?

La oclusión venosa de la retina (OVR) representa una de las patologías más relevantes en el ámbito de la oftalmología, siendo la segunda causa más común de enfermedad vascular retiniana después de la retinopatía diabética. Este trastorno se caracteriza por la obstrucción del flujo sanguíneo en las venas de la retina, lo que provoca una serie de manifestaciones clínicas que pueden comprometer gravemente la visión.

Entre las características más notables de la OVR se encuentran la dilatación venosa, hemorragias retinianas, edema intrarretiniano, isquemia retiana y, especialmente, el edema macular, el cual se asocia frecuentemente con la pérdida de visión. Los factores de riesgo identificados son predominantemente cardiovasculares, tales como la diabetes, la hipertensión, la hiperlipidemia y la hipercolesterolemia. Sin embargo, en individuos más jóvenes y sanos, es crucial considerar la posibilidad de coagulopatías que podrían estar contribuyendo a esta condición.

¿Qué síntomas produce la oclusión venosa retiniana (OVR)?

Clínicamente, los pacientes suelen presentar una pérdida de visión repentina e indolora. Al principio, esta disminución visual puede ser leve, pero comúnmente se deteriora en las horas o días siguientes. En ciertos casos, especialmente cuando se trata de oclusiones más severas, los pacientes experimentan una pérdida visual casi instantánea, lo que enfatiza la urgencia de atención médica.

¿Cuál es el tratamiento de la oclusión venosa retiniana (OVR)?

El tratamiento de la OVR es crucial para mejorar la visión y prevenir complicaciones graves como edema macular, glaucoma neovascular y retinopatía proliferativa. Los oftalmólogos buscan controlar los factores de riesgo modificables, como diabetes, hipertensión y lípidos, además de detectar y tratar las complicaciones que amenazan la visión.

Es fundamental realizar exámenes completos, incluyendo retinografía, autofluorescencia, tomografía de coherencia óptica y angiografía fluoresceínica, para evaluar el estado vascular de la retina. Los avances farmacológicos, como las inyecciones intravítreas de antiangiogénicos y corticoides, han mejorado significativamente el pronóstico visual.

También se emplean técnicas como la fotocoagulación láser  con el laser Argon o con el laser amarillo micropulsado y, en casos severos, procedimientos quirúrgicos, mediante vitrectomía,  para tratar complicaciones retinianas y glaucoma neovascular, con el objetivo de preservar la salud visual a largo plazo.

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